La primera actuación en directo del viernes se disfrutó sentado, los espectadores embelesados, pero en cuanto empezó la segunda canción hubo un enjambre en la pista de baile, las parejas se mezclaban y giraban mejilla con mejilla. Uno de los aspectos más sorprendentes y hermosos de la Casa de la Música es que, detrás del escenario, hay ventanas que van del suelo al techo y dan a un árbol, creando un telón de fondo que cambia con la luz del sol y la hora. Vino gente de todo tipo, algunos con menos experiencia, otros totalmente preparados. Algunos venían con bolsas llenas de zapatos de baile, agua e incluso toallas, listos para disfrutar durante horas. Un amplio abanico de edades y experiencias, algunos informales, otros vestidos de punta en blanco, todos eran bienvenidos. Personalmente, me contenté con disfrutar de la música y ver bailar a los demás. El baile no es un talento que yo posea.