Patscherkofel - montaña de contrastes

Son como dos hermanos muy diferentes situados cara a cara. A un lado de Innsbruck, el Karwendel, con el rocoso Hafelekar, la montaña empinada al norte de la ciudad. Al otro lado, la montaña Patscherkofel, cuya cumbre redondeada está coronada por una gran antena. Aunque tenga unos 100 metros menos de altitud (Hafelekar: 2.334 metros), el Patscherkofel es el polo opuesto más domesticado de la abrupta cordillera Nordkette.

El Patscherkofel es una montaña con muchas caras. Quien busque algo de relax, lo encontrará durante un agradable paseo por los aromáticos bosques de cembros o en el viaje de subida en el teleférico Patscherkofelbahn. Quien busque la emoción de la velocidad, puede bajar al valle en bicicleta, bob o esquí. Se dice que la naturaleza y la técnica están siempre en conflicto. En la monumental montaña Patscherkofel ambos se dan de la mano y conviven en perfecta armonía. Hemos explorado la montaña en seis estaciones.

Franz Klammer La cumbre redondeada de Patscherkofel le da aspecto de hermano manso frente al dramatismo del Hafelekar. Pero cuidado, sus pistas de descenso son exigentes. En el año 1976, Franz Klammer celebró aquí su legendaria victoria en el descenso masculino. En un tiempo récord de apenas 106 segundos superó el descenso de tres quilómetros y se convirtió en el héroe del esquí austríaco. Cada año, esquiadores aficionados y profesionales intentan superar su proeza: la pista olímpica de Patscherkofel es una de las más largas (y bonitas) del Tirol, con un desnivel de más de 1.000 metros y un recorrido por bosques hasta llegar a la estación inferior del teleférico Patscherkofelbahn en Igls.

Por cierto: cada vez es mayor el número de deportista que no solo bajan por las laderas de la montaña, sino que también suben hasta la cumbre con esquís de montaña. Una vez se ha fundido la nieve, senderistas y ciclistas pueden bajar al valle por caminos forestales y trails. Por ejemplo, con la mountainbike desde la estación superior hasta Igls.

A primera vista, Igls es como uno más de los idílicos pueblos que rodean la ciudad de Innsbruck – pero la localidad tiene también un lado salvaje: amantes de las emociones fuertes acuden a la pista de bob, trineo y skeleton de Igls para un subidón de adrenalina. Construida inicialmente para los Juegos Olímpicos de Invierno de 1964 y renovada para los Juegos de 1976, la pista fue renovada por completo en el año 2004, y durante todos estos años no ha cesado nunca de promocionar emociones realmente fuertes a los atrevidos que bajan por este túnel de hielo de 1.200 metros de largo. A lo largo del invierno, profesionales pilotos de bob acompañan a los visitantes en una bajada por la pista a una velocidad de hasta 115 km/h. ¿Y en verano? En verano, los bob bajan por las 14 curvas de la pista sobre ruedas en vez de cuchillas, pero con la misma sensación de velocidad.

Los más atrevidos se apuntan en invierno a una bajada en wok: bajadas al valle en un “cuenco de cuatro plazas” a hasta 90 km/h. El reto perfecto para quienes quieran experimentar una descarga de adrenalina de primera categoría. Quienes prefieran vivir la velocidad desde las gradas pueden acudir a la celebración anual de las carreras de trineo y de bob de la Copa Mundial.

Al lado de la estación superior del teleférico Patscherkofelbahn se encuentra el jardín botánico situado a más altitud de Austria. La universidad de Innsbruck mantiene aquí una colección de tesoros de la flora alpina a 2.000 metros de altitud. En el límite del bosque crecen Edelweiss (flor de la nieve), Enzian (hierba de San Ladislao o genciana) y Platenigl (prima aurícula) al lado de arbustos bajos típicos de la vegetación de alta montaña y algunas plantas exóticas procedentes del Himalaya. En junio la bellísima pero tóxica Rosa de los Alpes (Alpenrosen) tiñe las laderas del Patscherkofel de un vibrante color lila. Un camino circular permite visitar todos los rincones del jardín alpino para conocer toda la variedad de plantas alpinas procedentes de diferentes partes del mundo.

Se puede percibir, literalmente, como se ralentiza el paso del tiempo: andar es una de las mejores experiencias que nos deparan los Alpes. Y más si el camino lleva por uno de los más antiguos y más grandes bosques de cembros de Europa, proclamada zona protegida en el año 1942. Muchos de los cembros tienen más de 250 años y se estima que el ejemplar más antiguo tiene unos 700 años. Este árbol debía tener la altura de un hombre adulto cuando estalló la Guerra de los Cien Años en 1337.

El “camino de los cembros” a Tulfes empieza en la estación superior del teleférico Patscherkofelbahn y lleva directamente a las “reinas de los Alpes”, nombre por el cual también se conocen estos gigantes verdes. El camino transcurre por el bosque de cembros, prados alpinos y formaciones rocosas de la era glacial. A lo largo de la excursión hay numerosos puntos que ofrecen espectaculares vistas panorámicas sobre el valle del río Inn. El agradable olor de los cembros acompaña a los caminantes durante todo el recorrido.

Construido en 1900, el tranvía de la línea 6, Innsbrucker Mittelgebirgsbahn, ofrece una excelente posibilidad de admirar con calma la majestuosa cordillera Nordkette y la montaña Patscherkofel y disfrutar de un viaje a través de campos y bosques. Los confortables vagones del “tranvía del bosque” son el lugar idóneo para relajarse y descansar entre días llenos de actividades deportivas. El tranvía rojo circula desde la estación final de la línea 1 Bergisel hasta la localidad de Igls.

Ya lo decía Demócrito: una vida sin fiestas es como una larga excursión sin posadas. El filósofo griego hubiera disfrutado en la montaña Patscherkofel. Aunque se trata de una montaña con una gran oferta de actividades, es también un lugar de descanso y de buena comida.